VERGÜENZA
VERGÜENZA
Gina vino a verme porque sentía que al haber tenido un aborto tres meses antes había herido a su cuerpo permanentemente. Se maltrataba a si misma diciéndose nombres tales como, “sucia,” y “autodestructiva.” Sentía una culpa/remordimiento intenso por haberse lastimado a si misma al haber tenido el aborto. Al platicar se hizo claro que ella se daba cuenta intelectualmente de que el procedimiento no era riesgoso y que su cuerpo había regresado a la normalidad. Tenia su menstruación regularmente y ningún síntoma de que algo estuviese mal. Sin importar cuanto se decía a si misma de que físicamente estaba bien, ella aun así se sentía invadida por el culpable conocimiento de que se había lastimado a si misma.
Le pregunte a Gina si es que había existido otro momento en su vida cuando se había sentido de la misma manera. Dijo que ella pensaba que no, pero en eso empezó a tener apariencia de estar incomoda y a revolverse en su asiento. Ella no me quería decir lo que estaba sucediendo, y llamo más tarde durante la semana para cancelar su siguiente sesión. No escuche de ella por alrededor de dos semanas y fue cuando llamo y concertó una cita.
Tenia mucha vergüenza por lo que sentía tenia que decirme. Primero que nada, ella relato que trato de hacer que los sentimientos que habían aflorado durante la sesión desaparecieran, pero no pudo. Ella estaba pensando ahora que había llegado a un entendimiento de lo que le perturbaba, aunque el darse cuenta no era de gran ayuda.
Muy lentamente Gina me conto sobre como una vez cuando niña ella se másturbaba poniendo sus dedos en su vagina. Su madre la había descubierto haciendo esto y había reaccionado con horror. Ella le dio una cachetada a Gina y le dijo lo tan sucia y repugnante que era, y que al másturbarse se lastimaría sus entrañas para siempre. Al contarme este recuerdo, Gina lloro y con sus brazos envolvió sus rodillas como una niña consolándose a si misma. No volteaba a verme, decía que estaba segura de que yo tendría la misma mirada de horror y repugno que había visto en la cara de su madre. Su sentimiento había cambiado de culpa a vergüenza, y estaba segura de que yo también pensaba que ella era una persona mala por haberse másturbado de niña.
Yo le dije que tuviera por seguro de que yo pensaba que tanto para los adultos como para los niños la másturbación es saludable. Con este asegurar, ella podía ver el episodio con su madre bajo una nueva luz, y reconocer que la reacción de su madre fue dramática, severa, y fuera de proporción con lo que había pasado. Esto le empezó a proporcionar cierto alivio del dolor que provocaba su propio castigo. Durante las próximás semanas juntas investigamos las maneras en las que el cargar esta vergüenza durante toda su vida le había afectado a ella. Descubrió que había tenido dificultad con el huso de anticonceptivos porque eso también estaba unido al sentimiento de culpa/remordimiento por haberse lastimado a si misma y por la vergüenza de ser una persona con fallas.
La vergüenza se siente como algo parecido, aunque es diferente a la culpa. Mientras la culpa se trata de un sentimiento que se tiene de haber lastimado a alguien, la vergüenza se relaciona con un sentimiento de inferioridad. La culpa envuelve algún tipo de acción que la persona ha tomado. La vergüenza envuelve sentimientos sobre la persona misma.
La vergüenza golpea cuando se te recuerda de que has fallado. El sentimiento en tu cuerpo puede ser uno de derrumbarse por dentro y el deseo intenso de esconderse de la vista de los demás. Aun cuando no haya nadie alrededor, puede que tu tengas una “audiencia” imaginaria juzgándote de la cual quieras escapar. Esta dolorosa experiencia es el derrumbe del autoestima. Te sientes despreciable y estúpida.
Para Gena, la audiencia imaginaria era la memoria de la cara de repugno de su madre. Cuando sucedía que Gina se sentía sexual, ella era confrontada, consciente o inconscientemente, por la mirada de horror y shock de su madre. Entonces era cuando ella se sentía despreciable y fallida en lo más profundo de su ser. Sintiéndose de tal manera hacia muy difícil que ella se protegiera en situaciones sexuales, y frecuentemente ella tenia relaciones sexuales sin usar ningún contraceptivo. Ella se dejaba vulnerable a embarazos no planeados, enfermedades transmitidas sexualmente y HIV, y era cuando sentía aun más vergüenza al ser tan incompetente para cuidarse a si misma.
La vergüenza tiene muchas otras caras. Turbación, humillación, cohibición, asco propio, estigma, y mortificación son las más comunes. Para aquellas mujeres que sienten vergüenza después del aborto, la humillación es usualmente la forma de vergüenza que experimentan.
La humillación es el sentimiento de haber sido forzada a una posición inferior. Hay alguien más envuelto y la otra persona tiene más poder. Hay una perdida de dignidad y valor propio. Con frecuencia, la reacción al ser humillado es la rabia, pero si la otra persona que esta envuelta no tiene poder, la rabia se convierte en impotencia y conlleva a más sentimientos de humillación y vergüenza. Una persona que ha experimentado una serie de humillaciones puede que empiece a pensar que es una persona débil, un mequetrefe, el tipo de persona que no puede defenderse a si misma y que merece que los demás la pongan en su lugar.
Michelle, a quien conocimos en el capitulo de aflicción y luto, también sufría por una terrible humillación. Ella era una Católica practicante quien creía que el aborto significaba el quitar una vida humana inocente, y sin embargo ella había tenido un aborto cuando su novio insistió en ello. El había dicho que no podría quedarse en la relación si es que ella tenia el bebe, pero que el sabia que podían ser felices juntos si es que ella tenia el aborto. Michelle sintió que tubo que escoger entre su propia necesidad de seguridad y amor, y la necesidad del bebe de vida y cuidado. Puesto que ya había logrado a un hijo por si sola y no podía enfrentar el hacerlo nuevamente, ella se sintió forzada a tener un aborto.
Michelle sintió culpa por haber optado por si misma por encima del bebe, y sintió una humillación profunda al no ser una persona con suficiente fuerza para hacer lo que ella sabia era lo correcto. Ella relacionaba esta debilidad a otros momentos cuando se sintió victimizada y muy impotente para protestar. Ella había sido molestada sexualmente por su primo y un maestro de la escuela, y nunca se había sentido fuerte lo suficiente para acabar enjuiciándolos. Estos eventos la habían dejado sintiéndose patética y con fallas, y el aborto le confirmo que ella era una persona impotente e indigna.
Seria bien decir que Michelle había trabajado esta parte de su problema tan exitosamente como había confrontado su aflicción y luto. Sin embargo, algunas veces las cosas no resultan tan bien. En este caso, Michelle no estaba lista emocionalmente para trabajar sobre el papel que la vergüenza había jugado en su vida, y yo no pude involucrar su curiosidad y energía en esta tarea. Quizá otra terapeuta pudo haber tenido más éxito, o quizá Michelle solo necesitaba tiempo para prepararse para enfrentar este aspecto doloroso de ella misma. Ella se embarazo nuevamente del mismo hombre y se casaron y tuvieron un bebe. Ella vino de regreso a la terapia unas cuantas veces después de eso y se sentía humillada por la falta de interés de su esposo en la relación. ¡He ahí que se encontraba nuevamente en otra situación de impotencia! Ella regreso solo por unas cuantas visitas y después dejo de venir. Cuando la vi brevemente un año después se estaba divorciando de su esposo porque el le había sido infiel.
El estigma es la otra experiencia de vergüenza común para las mujeres que han tenido un aborto. A pesar de que el aborto ha venido siendo legal en los Estados Unidos por más de veinte años, el estigma que conlleva no ha aminorado. De hecho, ha ido en aumento en los últimos quince anos bajo la cortina de humo de la ultraderecha religiosa. Algunas mujeres quienes han tenido un aborto sienten secretamente que están marcadas, como si tuvieran una mancha de carácter por la cual otros se sintiesen asqueados si se enterasen de ello.
Activistas opuestos a la opción estigmatizan a las mujeres que han tenido abortos al etiquetarlas como asesinas y pecadoras. Un investigador antiaborto ha publicado investigación sobre un tema que ella lama “Postabortion Syndrome,” o síndrome de después del aborto.1
Ella implica que la mayoría de mujeres quienes han tenido un aborto son traumatizadas por el procedimiento medico mismo, y que revivirán el trauma a manera de re-experimentación del evento y pesadillas. Ella continua declarando que la habilidad de estas mujeres para expresar emoción se ha restringido y tienen dificultad en las relaciones y se terminan convirtiéndose en mujeres frías, poco amorosas, y deprimidas. Esta investigación puede que no intente estigmatizar a las mujeres que han tenido un aborto, pero tiene un poderoso potencial de hacer justamente eso. Otras investigaciones, y la experiencia clínica de terapeutas, no apoyan la idea de que las mujeres son traumatizadas por el procedimiento mismo. En veinte años de dar terapia a las mujeres después del aborto, nunca he visto una clienta que de con la definición de “Post-Abortion Syndrome”, o síndrome después del aborto.
Inadvertidamente los activistas a favor de elegir estigmatizan al diez por ciento de las mujeres quienes experimentan dificultades espirituales o emocionales de largo termino después del aborto al negar que las dificultades después del aborto existen. Por su mayor parte, esto queda fuera de su propia necesidad de no ver el dolor que su trabajo causa en algunas de las mujeres. Estas mujeres quienes batallan con la culpa, aflicción, y otros sentimientos que hemos discutido hasta ahora, son dejadas sintiéndose aisladas y locas.
Althea se sentía estigmatizada por su aborto. Ella estaba segura de que todos podían ver que había tenido un aborto tan solo con verle a la cara. Con frecuencia se encontraba a si misma pensando que dirían sus amigos y familia si alguna vez se enterasen de que había tenido un aborto. Estaba segura de que ellos pensarían que ella era algo menos que un humano, una maldición en la sociedad.
En las primeras sesiones se hizo claro que si Althea se encontrase en la misma situación nuevamente, tomaría la misma decisión. Tenia diecisiete años y se aproximaba el fin de la escuela preparatoria. Sentía tan fuerte que no quería la vida que su hermana más grande había tenido—una madre soltera batallando y recibiendo beneficios sociales, (welfare) y frustrada por no ser capas de encontrar un trabajo que le permitiera respaldar a su hijo. Algunas de las preocupaciones de Ahtea sobre lo que pensaran los demás provenían de su crianza Cristiana, y su envolvimiento en la vida de la iglesia, pero por la mayor parte sus convicciones religiosas le daban consuelo y apoyo en estos momentos. Había rezado pidiendo perdón y sentía que se le había otorgado.
¿Porque se sentía menos que un humano? Era difícil de entender la fuente de su sentido de estigmatización. Pasamos un buen tiempo explorando en búsqueda de otros eventos en su vida que la pudieron haber hecho sentir de esta manera, pero no podía recordar ningún incidente en especifico. Fue entonces cuando se puso callada y se miraba asombrosamente incomoda. Empezó a llorar y dijo, “Es el ser negra.” Entonces lloro por quince minutos. Su llorido era alternativamente doloroso y lleno de rabia.
Cuando se relajo empezó a decirme sobre cada momento de racismo que había enfrentado. Había crecido en una comunidad integrada y algunos de los niños de ahí le habían llamado de nombres. Tenia un maestro que se negó a reconocer su talento de escritura pero quien admiraba a un niño blanco con mucho menos talento. Creció viendo a algunas pocas caras negras en la televisión y los que habían eran solo comediantes. Se dio cuenta de que solamente que ella siempre se sentía ya sea estigmatizada o invisible.
¿Porque es que Althea no había podido hacer esta conexión cuando exploramos por primera vez los eventos de su vida? Para poder sobrevivir con un poco de autoestima, ella había reprimido fuera de su consciencia el conocimiento de lo tan mal que algunas veces se sentía ser negro en una cultura blanca. Entonces estallo todo de una sola vez. Su tristeza era por el las lastimaduras y daños que había recibido tan solo por el hecho de ser “diferente” a algunos de los niños en su vecindario. La rabia que sentía era en contra de la injusticia de ser juzgada por algo sobre lo que ella no tenia control. De hecho, ella se sentía orgullosa de su herencia Afro-Americana, y aun así estos sentimientos sorprendentes de bochorno le crearon aun más vergüenza.
Althea no estaba segura de que yo la pudiera ayudar con esto. Ella necesitaba saber que yo tenia una idea de lo que ella estaba pasando. Le conté que cuando crecí vivía en un vecindario no Hispano con un apellido Hispano, y que a cuenta de ello yo había tenido experiencias de racismo. Sabia lo destrozada que se sentía su alma pero ciertamente yo no había sido atormentada tan frecuentemente como lo había sido ella. Ella pensó que yo podría empezar a entenderla con mi pasado y continuamos trabajando juntas. No tomo mucho tiempo para que Althea reconociera que los sentimientos de estigma no eran realmente como ella se sentía para consigo misma, pero eran el punto de vista internalizado de una sociedad racista. Entendió de que seria difícil erradicar estos sentimientos de si misma, pero sentía que los podía reconocer y rechazarlos. Trabajamos juntas en esto por unos meses y entonces se sintió suficientemente solida para luchar contra el estigma y terminar la terapia.
El sanar de la vergüenza es un trabajo difícil. Si es que creciste en una familia donde te gritaron de nombres y se rieron de ti, te pegaron o molestaron, puede ser que estés viviendo con esa vergüenza todos los días. Puede ser que en lo más profundo de tu ser te sientas con fallas y deficiencias. Lo más probable es que necesites ayuda para sanar de este tipo de vergüenza. Busca un terapeuta en quien confíes y date a ti misma el regalo de su cuidado y atención que te ayude a aprender como gustarte a ti misma. Si es que creciste en la pobreza o fuiste estigmatizada por como te veías, sonabas, o actuabas, la terapia puede ayudar, pero es aun más importante que reconozcas que la sociedad que te marco es por si misma una sociedad enferma de odio.
Si tu vergüenza pareciera que solo tiene que ver con lo del aborto, trabaja con la meditación de perdón a ti misma en el Capitulo Diez de este libro. Si es que sigues sintiendo vergüenza después de algunos meses, entonces busca ayuda de un terapeuta.
La vergüenza, bochorno, humillación, inhibición, estigma y mortificación son unos de los sentimientos/emociones más dolorosos que jamás podrías enfrentar. No son tan comunes en las mujeres que han tenido un aborto como lo son la depresión y la culpa/remordimiento, pero cuando hacen presencia, son una agonía. Si te has sentido de esta manera por tu aborto, se amable (cariñosa) contigo misma y practica los ejercicios de perdón para ti misma aun y cuando no te sientas perdonable. Habla con alguien más de tus sentimientos para que estos no se mantengan secretos. Ve el capitulo Nueve, Hablando Sobre el Tema, en relación a las razones de no mantener el aborto como un secreto, y maneras de empezar a hablar sobre tu aborto y la vergüenza.